Los 500 by Matthew Quirk

Los 500 by Matthew Quirk

autor:Matthew Quirk [Quirk, Matthew]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Intriga, Política
publicado: 2012-08-12T22:00:00+00:00


Capítulo 14

Tenía la cabeza rapada y la complexión de un delantero de rugbi; se le formaban michelines en la nuca, semejantes a un paquete de salchichas; lucía unas aerodinámicas gafas de sol tintadas, propias de un jugador de béisbol; caminaba muy tieso, sacando los codos, como si padeciera obstrucción de colon o creyera que estaba actuando en una película del Oeste; llevaba un traje deportivo y una corbata barata. En resumen: un poli.

Dada mi historia familiar, los policías me ponen algo nervioso. Sí, vale: ahora que tengo la cartera llena y una casa coquetona en la ciudad, aprecio un poco más su encanto, pero cuesta desprenderse de los viejos hábitos. Y considerando el carácter poco ortodoxo de mi conducta reciente, no me alegré en absoluto cuando aquel musculitos se sentó a mi lado en la barra de una cafetería y se dedicó a mirarme de arriba abajo.

No abundan las cafeterías decentes en el barrio donde trabajo. Hay una llamada The Diner, pero es uno de esos locales retro que están tan de moda, donde un sándwich te cuesta diez dólares. Por ese motivo, aunque demasiado a menudo, acabo almorzando en Luna’s, un garito familiar de estilo contestatario: el típico sitio donde te tropiezas en el baño con un mural de Noam Chomsky y Harriet Tubman caminando cogidos de la mano hacia el arcoíris. Eso sí, las hamburguesas son buenas y baratas. Y si comes en la barra y te concentras en tu plato y en las tazas de café gratis, casi no notas la diferencia con respecto a los grasientos antros habituales.

Por descontado, no era el lugar adecuado donde habría esperado encontrar a aquel rubicundo agente del orden.

—¿Michael Ford? —preguntó.

—¿Lo conozco?

—Erik Rivera —se presentó—. Soy detective del Departamento de la Policía Metropolitana, división de Investigaciones Especiales.

—Muy bien.

—Se trata de una visita amistosa —afirmó. Parecía implicar la amenaza de una etapa menos amigable—. ¿Qué tal el pastel de frutas?

—Está bueno.

—Estupendo.

Supongo que así les enseñaban a congeniar en los campamentos de verano del Departamento de Policía. Dejaba bastante que desear, pero por suerte enseguida fue al grano.

—Confiaba en que podría contar con su ayuda para aclarar varias dudas que tenemos sobre algunos tejemanejes del Grupo Davies —me comentó.

¿Tejemanejes? ¿Estábamos en un episodio de Dragnet? Inspiré hondo y, con un tono monocorde, le solté mi mejor rollo de experto leguleyo:

—Lamento informarle de que tenemos un acuerdo de estricta confidencialidad con todos nuestros clientes, y de que estoy obligado legalmente a abstenerme de comentar nada con usted, a menos que sea bajo citación judicial. E incluso en ese caso, la obligación varía según la jurisprudencia. Le sugiero que dirija sus dudas al Consejo de Administración del Grupo Davies. Con mucho gusto le facilitaré la información para contactar con él, y me cuidaré de que este asunto sea abordado de modo satisfactorio para todas las partes implicadas.

Me volví hacia mi pastel de frutas, le añadí un poco de helado por encima y comí un bocado.

—Muy bien —masculló e, irguiéndose, dejó patente toda su corpulencia de tío duro—.



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